Entrevista sobre Amateur (tercera parte)

Presento Gibbons amateur en el Antic Teatre los días 29 y 30 de junio y 1 y 2 de julioGibbons amateur es el primer episodio de Amateur, un proyecto que comenzó en el nyamnyam hace más de un año, se vio en el Teatro Pradillo durante Jaleo y tiene una continuación, Goldberg amateur, que presentaré después del verano.

La semana pasada publiqué la segunda parte de esta entrevista que Master me ha hecho para hablar en profundidad de Amateur con motivo de estas actuaciones. Aquí va la tercera parte, junto con el vídeo donde lo cuento todo en 4 minutos. Para los que quieran saber más, os invito a seguir leyendo y a acompañarme esos días, a mí y a mi piano, en el Antic.

¿Dices que hablas mucho de la adolescencia en Amateur?

Esto lo he discutido con algunos amigos y muchos de ellos creen que cuando eran adolescentes eran poco menos que subnormales y que ahora, que ya son gente cercanos o entrados en la edad madura, ahora han conseguido saber lo que quieren… A mí me pasa al revés. Cuando estoy un poco perdido pienso en lo que yo creía o lo que a mí me gustaba en la adolescencia y casi siempre es un acierto acercarme al recuerdo de mi yo adolescente. Puede ser que en la adolescencia mucha gente sea alguien influenciable que solo sigue la corriente pero creo que hay muchos otros casos en los que, en la adolescencia, son ellos de verdad y luego, a medida que se van haciendo mayores, van adaptándose a lo que el sistema espera de ellos hasta el punto de que en pocos años no los reconocería ni la madre que los parió. Yo vuelvo la vista atrás y no veo que haya cambiado mucho en lo esencial desde que era un adolescente. Por eso me interesa bastante la adolescencia, porque en muchos casos es una mirada fresca y limpia, no condicionada por toda la mierda que te vas a tener que tragar en los siguientes años hasta, en el peor de los casos, doblegarte e hincar la rodilla. Y luego vienen las justificaciones.

Aspecto del estudio de Olga Alvarez mientras trabaja en las ilustraciones de Amateur

Hablas de interpretaciones musicales humanas en contraposición a interpretaciones excesivamente virtuosas como las de Glenn Gould. ¿Eso es lo que puede aportar un amateur?

No quiero pontificar sobre el tema pero, tanto en el caso de Gibbons amateur como en el de Goldberg amateur, intento superar la barrera infranqueable que parece que existe para que alguien que no es un intérprete profesional pueda disfrutar del enorme placer de tocar esta música antigua, que actualmente es coto privado de especialistas. Y si hablamos de tocar estas piezas en público sin ser un profesional parece que estamos ante un tabú. ¿Cómo hemos llegado hasta ahí? Beethoven publicaba sus Sonatas para que cualquiera las pudiese tocar en su casa, muchas veces ante los amigos reunidos para la ocasión. Nos han arrebatado una gran cantidad de música antigua y ahora es algo con un tufillo ciertamente elitista y alejado del común de los mortales, a menos que aceptes un papel pasivo, de puro receptor. Yo intento mantenerme en contacto con la interpretación musical de esa música de una manera activa y, de la misma manera que sería absurdo que el sexo estuviese solo en manos de profesionales, intento seguir con mi práctica musical cotidiana de una manera amateur. Como el sexo, es algo que me da un inmenso placer.

Y al interpretar música antigua en público, en un escenario, se convierte en algo parecido a la pornografía amateur. ¿Es eso?

Eso viene de un viejo amigo, Llorenç Chiner, que me decía, hace casi 20 años, que ver a Glenn Gould interpretar las Variaciones Goldberg en vídeo era prácticamente pornográfico. Vean el vídeo que grabó Bruno Moinsageon y juzguen por ustedes mismos. Entonces, si eso es pornografía, vamos a hacerlo nosotros, que no somos profesionales, y estaremos haciendo pornografía amateur.

¿Pero por qué pornografía?

Aunque la música, normalmente, está hecha para ser escuchada por otros, hay algo de pornográfico en ponerse delante de la gente a tocar una música que muchas veces está compuesta para la intimidad, como es el caso del ejemplo que ponía antes de las Sonatas de Beethoven, o de las mismas Variaciones Goldberg, que se supone que fueron compuestas para que un músico sirviente las tocase para un noble que padecía insomnio. Era algo íntimo que ahora se expone a las miradas de un público. Realmente pienso que hay algo pornográfico ahí. Sviatoslav Richter, en su última época, tocaba casi a oscuras porque decía que ver las muecas y la cara de sufrimiento del pianista no era algo en lo que mereciese la pena recrearse.

¿Y la pornografía amateur es mejor?

No necesariamente, pero puestos a ver pornografía, yo prefiero la amateur. Me parece más real, más humana, se supone que no hay dinero de por medio. Muchas veces los profesionales han deformado tanto el tema que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Claro que hay profesionales y profesionales. De hecho, alguna gente me dice que no debería preocuparme por prepararme en exceso las interpretaciones, sobre todo en el caso de las Goldberg, que ciertamente son muy complicadas técnicamente. Creen que los errores ayudan en este caso. Pero, aunque no me preocupan excesivamente los errores, que son perfectamente humanos, yo creo que se trata de todo lo contrario, sobre todo en el caso de las Goldberg. Intento prepararme todo lo que puedo sabiendo que nunca llegaré a rozar la perfección que puedes escuchar en una interpretación de un virtuoso profesional, no hablemos ya de cualquier grabación discográfica (totalmente maquillada). Pero lo que mola es poner toda tu energía en eso, intentar hacerlo lo mejor posible, como en el caso de una relación sexual, y ahí voy, porque cuanto más te pones a ello mayor es el placer. Para mí y espero que también para el público. En el caso de las Goldberg ya se verá, aún sigo en ello, pero soy capaz de tocarlas ya medio decentemente de arriba a abajo. Y sigo trabajando en ello todo lo que puedo, que no es todo lo que yo querría porque sigo siendo un amateur y no un profesional del tema. Y siempre buscando una cierta humanidad en la interpretación. Hay quien piensa que cuando se compusieron todas estas músicas se tocaban mucho más lentamente que ahora, que estas interpretaciones tan extremadamente virtuosas (que muchas veces son en gran medida sinónimo de rapidez, como en el caso de Gould) son fruto de la aceleración de los tiempos en los que vivimos. Por supuesto, en esa rapidez también hay algo de fíjate que rápido puedo ir yo y tú no. Me pregunto por qué eso mola tanto.

¿Y en el caso de Gibbons?

En el caso de Gibbons es diferente. La partitura es aún más antigua. Nadie sabe exactamente cómo se debía de interpretar en su tiempo (como en el caso de Bach pero con aún menos información, me temo). No pretendo hacer una versión académica, de investigador. Toco con piano, no con un clavecín de la época (como tampoco lo hago en el caso de las Goldberg). Pero es que es mi piano, eso es importante para mí: es el piano que me acompaña desde hace más de 25 años y que voy a trasladar al Antic para la ocasión. Mi selección se centra en algunas Pavanas, unas composiciones lentas y que a mí me parecen de carácter sumamente contemplativo. Lo que he hecho es permitirme ciertas licencias al respecto. Las toco seguramente muy lentas, demasiado para lo que cualquier profesional podría llegar a admitir.

Mi piano

¿Por qué tan lentas?

Todo tiene una explicación. Al principio del proyecto pensé que sería una buena idea compartir con el público lo que sería la experiencia de un ensayo musical, que es la experiencia más cotidiana que tiene uno que se aproxime a este tipo de música desde el punto de vista de la interpretación. Cuando uno ensaya repite varias veces lo mismo y, al principio, lo toca mucho más lentamente hasta llegar a dominarlo. En el caso de estas piezas de Gibbons, si unes la lentitud con la repetición y añades algo de improvisación quizás estemos acercándonos a algo muy semejante a lo que debía ser la interpretación en su época. En cualquier caso, estaremos muy cerca de lo que es la visión que más me interesa de su música. Ningún profesional seguramente se permitiría algo así. Pero yo soy amateur, no voy a hacer un concierto al uso, lo presento en un contexto performático y me permito unas cuantas licencias muy poco estándar. Todo eso, el hecho de que doy la espalda al público, la proyección simultánea de mis textos, la poca iluminación, creo que contribuyen a crear un ambiente propicio para que el público pueda aproximarse a la experiencia que yo vivo cuando estoy en mi casa tocando el piano y todo lo que se me pasa por la cabeza en esos momentos. Es una experiencia contemplativa y envolvente.

Gibbons amateur en el Nyamnyam

Hay textos. El público los lee proyectados mientras estás tocando.

De eso se trata, sí. Hay mucho texto, casi constantemente. El público está sobre estimulado y puede escoger en todo momento en qué centrar su atención. No busco la escucha atenta de un concierto clásico, que me parece excesiva y poco acorde con lo que debían de ser las condiciones de escucha de la época en la que se compuso la música que toco. Amateur va de escuchar música antigua en vivo, con un piano clásico, sin micros ni amplificación, mientras cuento una historia que tiene que ver con lo que toco pero también con mi vida, con todas las veces que he abandonado el piano, con la música vista como una droga dura desde el punto de vista de un yonki, con lo amateur, con la lucha de clases, con el placer, con rescatar ciertos sabores antiguos y con la venganza colectiva que supondría, a pesar de todo lo que está pasando a nuestro alrededor, conseguir ser felices gracias a pequeñas cosas tan potentes y mágicas como la música, más potentes que cualquier clase de droga y al alcance de todos. Y, como estoy tocando y no puedo tocar y hablar a la vez, esa historia la cuento a través de unos textos que hay que leer como si fuesen los subtítulos de una película. Son dos de las cosas que más placer me dan en la vida: la música y leer.

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