Sobre Gibbons Amateur, por Fernando Gandasegui

Fernando Gandasegui ha escrito el siguiente texto para el programa de mano de las representaciones de Gibbons Amateur en Teatros del Canal que tendrán lugar el 3, 4 y 6 de enero de 2019.

Vas a presenciar o vienes de asistir a un concierto amateur con música de Orlando Gibbons, compositor y organista del renacimiento inglés. Glenn Gould fue uno de los pianistas más importantes del siglo XX, y entre sus muchas excentricidades, eligió al desconocido Gibbons como su compositor preferido. Polémico, carismático y genial, Glenn Gould interpretó siempre sentado en la misma pequeña silla que le hizo su padre de niño, canturreaba en extraña posición al piano o se ponía a prueba en comprometidas autoentrevistas. Pero si por algo es recordado, quizás sea por haber dejado de tocar en público en el momento más álgido de su carrera, y por las libérrimas versiones de las Variaciones Goldberg de J. S. Bach que grabó en 1955 y 1981, al principio y final de su carrera. “No me gusta ir a conciertos. Salvo a los míos, a los que asisto religiosamente”, decía. Muchas son las razones para su “deliciosamente totalitario” abandono del encuentro con el público, del directo, arte viva o performance musical. Entre otras, Gould creía que “la música debe escucharse en privado”. Rechazaba el juicio estético de los espectadores a su interpretación, como si de un atleta se tratara, defendiendo la relación 1 a 1 entre el intérprete y el oyente, lo que ligado al desarrollo de la fonografía, le alejó de los escenarios casi toda su carrera.

Amateur es una serie de performances que cuenta hasta la fecha con dos obras: Gibbons amateur y Goldberg amateur. Todo empieza cuando alguien dijo a Rubén Ramos que Glenn Gould tocando las Variaciones Goldberg en la mítica grabación de 1981 era prácticamente pornográfico. ¿Pornografía? ¿Existe alguna relación entre la mal llamada música clásica y la pornografía? Gibbons amateur abre esta pregunta. Para su creador, “hay algo de pornográfico en ponerse delante de la gente a tocar una música que muchas veces está compuesta para la intimidad”, como las Variaciones Goldberg, que se supone fueron compuestas para que un músico sirviente las tocase a un noble que padecía insomnio. ¿Podríamos entonces considerar a Glenn Gould una suerte de actor porno? La música, como el sexo, es una fuente de goce. ¿Disfrutan realmente los actores y actrices porno, es decir, los profesionales del porno? ¿No gozarán más del sexo quienes lo practican como aficionados y por placer? Rubén Ramos intenta con esta serie de performances “aplicar a la música el espíritu del porno amateur”, del latín amator: el que ama. Pero, ¿qué hace una obra amateur en un gran teatro público? Del mismo modo que Ramos pulsa sobre cuerda las notas de Gibbons, vayamos poco a poco, ¿quién es este pianista amateur con el pelo encrespado? 

Rubén Ramos Nogueira nace a principios de los setenta en el extrarradio de Barcelona, donde empieza a tocar el piano de niño. Escritor, periodista, músico y performer, casi todo su trabajo se ha desarrollado en los márgenes o, como él mismo ha matizado, “en los márgenes de los márgenes”. Conocido por ser uno de los creadores de Teatron, este polifacético charnego considera que “si haces muchas cosas a la vez la gente se pone nerviosa, no sabe dónde meterte”, reivindicando en Gibbons amateur a referentes como Boris Vian, al “hombre orquesta” con el que parece identificarse. Como muchos otros amateurs heterodoxos, muchas, muy distintas y desde hace mucho tiempo son “las cosas” que lleva haciendo Ramos alrededor de las artes escénicas. Curtido en el underground barcelonés, ha colaborado con otros artistas como Teo Baró, Cris blanco, Sergi Faustino, Carmelo Salazar, Carme Torrent o Quim Pujol. Forma parte del grupo de música electrónica Novios junto a Pablo Gisbert de El Conde de Torrefiel o ha publicado dos libros: Master (2013) y Punk cursi (2018).

Gibbons amateur nace en la cocina de Nyamnyam, espacio autogestionado en el que la vanguardia barcelonesa ha tenido que refugiarse los últimos años, y antes de llegar a los Teatros del Canal en Chamberí, ha recorrido otros clásicos del subterráneo escénico como el Antic Teatre o Teatro Pradillo. Lucy Lippard nos recuerda que los mapas de mares y océanos privilegian las corrientes superficiales, mientras que el efecto de las profundas y lentas derivas de agua no es tenido en cuenta, siendo, por lo menos, igual de influyente. La presencia de Rubén Ramos y Gibbons amateur hoy aquí saca de los márgenes y sube del underground, trae consigo y nos señala en el mapa otras escenas posibles. Aunque, ¿puede conservar en este contexto la fuerza juvenil y disidente del amateurismo que reivindica? No sólo, si no que su gesto se amplifica en un teatro público, ya que la obra devuelve a la mal llamada música culta al lugar arrebatado por las élites y el esnobismo, al encuentro distendido, la ligereza en el juicio y, sobre todo, el del placer al que, como su intérprete, estamos invitados a disfrutar. De ser así, quizás Glenn Gould no hubiera abandonado los escenarios, o por lo menos una clase de ellos. No debería sorprendernos que Beethoven publicase sus Sonatas para que cualquiera las pudiese tocar en casa con amigos, o que las schubertiadas se parecieran más a una fiesta trapera que a una velada de etiqueta, ¿no?

La textualidad corre escrita con sencillez y claridad punk en lúmenes por encima de Rubén y su piano, saltando de un tema a otro, enlazándolos a través de diversas biografías que se mezclan con la del autor y otras andanzas de Rubén Ramos, fluye y trasluce una forma de vivir irreverente y comprometida, llevando el amateurismo más allá de la música o el porno. Entre meandros se nos habla de los zazous, lo que hoy llamaríamos una tribu urbana de los años cuarenta del siglo XX en Francia. Subcultura de jóvenes libertinos a los que les gustaba el jazz y la fiesta, eran aficionados a los tejidos de cuadros, lo que hoy podría recordarnos a Yung Beef, el trapero disidente, vestido a cuadros de Burberry, cantando “Mi mamá me dijo: El alma no la vendas. No la vendas, baby, no la vendas”. En El mundo de ayer, las memorias de Stefan Zweig, el autor nos cuenta que hubo un tiempo en la sociedad europea, hasta el siglo XX, en el que los jóvenes estaban desposeídos de cualquier autoridad, de la cual disfrutaban únicamente los hombres adultos, la clase de profesional sobre el arte o la vida en que debías de convertirte para ser alguien o hacer algo.

A través del jazz de los años 20, del punk o el trap, los jóvenes han abierto agujeros a lo Gordon Matta-Clark, mostrando otros mundos fuera de los viejos profesionalismos, cuestionando su sentido y legitimidad. Y es que puede que Gibbons amateur trate sobre el sentido de la música, del trabajo o de la vida, del sentido más profundo: el de la producción de sentido. Desde dónde queremos trabajar, crear o vivir, si es que no es lo mismo. “Nuestra venganza será ser felices”, puede leerse en un grafiti que Rubén Ramos parafrasea, el pianista amateur que elige que su lugar sea el del placer, con el que recupera el sentido ancestral de la música, de la vida o del trabajo, actualizándolo, e invitándonos a gozar con él haciendo de la juventud un estado mental. Sin salvar las distancias, el underground y el mainstream se confunden en el trap como en las artes escénicas de esta “primavera” madrileña, dibujando nuevos mapas que estamos aprendiendo a navegar. El alma no está en venta.  

Rubén Ramos dice que “la música es una droga dura, y legal”, confesándose un adicto que “no podría vivir sin Bach”. En Gibbons amateur, la música y el texto conviven durante toda la obra hasta que la música gana, quedándose al final el intérprete con ella a solas mientras contemplamos como voyeurs. Toda una declaración de intenciones. En YonkiWilliam Burroughs defiende que el sentido de la vida para un adicto está claro: conseguir más droga. Esperemos que Rubén Ramos no se desenganche y podamos disfrutar pronto de un nuevo episodio. También queremos nuestra siguiente dosis. 

Referencias:  

Bruno Monsaingeon, Glenn Gould. No, no soy en absoluto un excéntrico, Acantilado, Barcelona, 2017. 

Lucy R. Lippard, Yo veo/tú significas, Consonni, Bilbao, 2016.  

Stefan Zweig, El mundo de ayer, Acantilado, Barcelona, 2002. 

Texto no publicado de Gibbons amateur.  

Letra de la Intro de A.D.R.O.M.I.C.F.M.S. 4 de Yung Beef.