Crónicas sobre el TNT

Notas que patinan #95: TNT (primera parte)

Este fin de semana se ha celebrado en Terrassa una nueva edición del festival TNT (siglas de Terrassa Noves Tendències), un festival que se ha ido convirtiendo en los últimos años en una de las referencias del circuito de lo que algunos llaman artes vivas, un término que aparece por primera vez en el subtítulo de esta edición, aunque el TNT lo eluda en su texto de presentación y prefiera presentar su programación empleando expresiones igualmente controvertidas como “nuevos lenguajes artísticos” o “nuevos formatos” sin ocultar que principalmente acoge “desbordamientos de la escena”, es decir, lo que en otros momentos se ha llamado artes escénicas, sin más, o artes escénicas de creación, o contemporáneas, simplemente, para diferenciarlo del teatro clásico, digamos (metiéndonos de nuevo en otro jardín), o para incluir otras disciplinas como la danza, sin ir más lejos. Podríamos adentrarnos en el análisis de otros términos que el propio festival utiliza para describir su programación (tarea siempre extremadamente complicada, por cierto: si no me creen, intenten ustedes escribir un texto de esas características en sus casas), tales como “innovadora, transdisciplinaria y contemporánea”, términos que podríamos considerar sospechosos habituales como lo son también “actividades participativas” o “participación local” o “prácticas artísticas críticas y comprometidas” o “artistas implicados con los conflictos de nuestro tiempo”, pero no entraremos en analizar el ya habitual lenguaje que encontramos en las programaciones organizadas con recursos públicos porque solo pretendíamos contextualizar la cosa para quien no sepa de qué estamos hablando pero en ningún caso pretendíamos aburrir al personal en el primer párrafo, que quizá es lo único que hayamos conseguido de momento (intentaremos esforzarnos más en el siguiente, a ver si tenemos más suerte).

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Notas que patinan #96: TNT (segunda parte)

La lucha contra los juicios de valor es una lucha interminable y probablemente condenada al más estrepitoso fracaso si tenemos en cuenta la primera de las preguntas que emite la mayoría de seres humanos de toda condición nada más acabar de ver un espectáculo: ¿te ha gustado? Durante un tiempo mi respuesta a esta pregunta ha sido: ahí está (una respuesta robada a Isidoro Valcárcel Medina). Pero se repite tan a menudo esta situación que hasta a mí me cansa esa ingeniosa respuesta, a pesar de la carga de profundidad que incluye: todo un microcosmos que huye a la velocidad de la luz de los condenados y pesadísimos juicios de valor, esos que estrechan nuestra visión del mundo hasta conseguir exterminar cualquier forma de vida más allá de nuestras puñeteras narices como si la infinita diversidad de la vida fuese un virus al que hay que gasear convenientemente con gel hidroalcohólico, no sea que nos contamine. ¿A quién le importa si me ha gustado o no? ¿Qué importancia tiene? ¿Es mi opinión basada en mi gusto, educado o no, influenciado por mil razones honestas y deshonestas, deformado o puro, más importante que la de los demás por el hecho de dejarla por escrito y publicarla en internet? ¿Acaso sería más importante si la publicase en un periódico? ¿Es eso lo que tenemos que hacer: expresar opiniones basadas en gustos personales para influir en los demás? ¿A dónde conduce todo eso?

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Notas que patinan #97: TNT (tercera parte)

La primera cita de la tarde fue con Núria Guiu y su Spiritual Boyfriends en el Teatre Amics de les Arts donde el día anterior había actuado Juana Dolores. “Ya hay periodistas que han escrito sobre lo de Juana Dolores”, me dijeron esa misma noche como prueba definitiva de su triunfo, como si los críticos que publican en los medios fuesen los intermediarios con los dioses del éxito. ¿Quién criticará a los que critican?, pensé unos minutos más tarde. ¿A parte de su famosa entrevista, alguien de los que hablan de Juana Dolores se habrá leído su premiado libro de poesía en catalán?, me pregunté cuando llegué a casa. ¿Quién premiará a los que premian?, pensé a continuación. Otra espectadora que también había ido a ver a Juana Dolores el día anterior, después de preguntarme si me había gustado lo de Núria Guiu (una vez más esa pregunta, y de nuevo mi respuesta fue el silencio) me dijo que era el segundo día que veía culos moviéndose en ese escenario, refiriéndose a los bailes con culeo que protagoniza Núria Guiu en su pieza. ¿Habrá algo malo en eso?, pensé. Me recordó a las ya viejas polémicas en los inicios de la carrera de Bad Gyal, cuando le criticaban la hipersexualización de la que hacía gala como algo que reforzaba los estereotipos machistas sobre la cosificación de la mujer. Bad Gyal se defendía con mil argumentos que básicamente se podían resumir en uno: hago con mi cuerpo lo que me da la santa gana. Recuerdo que por aquel entonces, en mitad de aquella polémica, una persona que se dedicaba a la gestión cultural me confesó que con el trap, hasta que no se pronunciasen los teóricos, no iba a adoptar una posición definitiva que pudiese comprometerla. ¿Quién teorizará sobre los teóricos de guardia?, me pregunto ahora mismo. Y aún diría más: ¿quién gestionará a los gestores? ¿Y a los programadores? ¿Quién programará a los programadores? El trap entonces aún era peligroso porque todavía no estaba controlado. No creo que ni Núria Guiu ni Juana Dolores tengan ahora ningún problema con las gestoras y programadoras encargadas de acogerlas, coproducirlas o promocionarlas (a la vista está). Al menos, no por mover su culo como les venga en gana, que es el nuevo estándar a la hora de bailar la música de baile que triunfa en estos momentos. En nuestras casas, porque en otro sitio difícilmente se puede bailar ahora. Lo intentaron en la playa de la Barceloneta en su día durante la franja horaria matutina en la que se nos permitía abandonar el confinamiento pero un vídeo con intenciones puritanas de un periodista de La Vanguardia se encargó de que la policía disolviese aquellos maravillosos encuentros espontáneos para mover el esqueleto al aire libre que no hacían daño a nadie, se lo aseguro, y nos traían un poquito de alegría en un momento bien jodido. Malditos periodistas mercenarios: ya no espero nada bueno de vosotros.

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Notas que patinan #98: TNT (cuarta parte)

Existen muchos tipos de acercamientos al fenómeno artístico, al arte, a la creación, llámenle como quieran. Pero creo que mi favorito, el que más me interesa, el que más me flipa, el que más me hace vibrar, el que en definitiva más me gusta (¿te ha gustado?, sí, me ha gustado muchísimo, lo que más) es ese tipo de arte y de artistas que ponen el foco en la vida y consiguen que la miremos con otros ojos, con la mirada limpia, como si despertásemos de un sueño o como si penetrásemos en un sueño, el sueño de la vida (perdónenme si me pongo algo cursi con este tema), donde todo está entrelazado, donde cada detalle es un mundo, un universo paralelo, donde uno puede reconocerse en todos y cada uno de los elementos que lo componen y fundirse con ellos y, de paso, con el cosmos. Esto, que es un poco lo que me imagino que le pasó a Miguel Valentín el otro día viendo Monte Chanel de Les Myrtilles, a juzgar por cómo lo cuenta en esta nota de voz, diría que es de lo que va Archivo, que el colectivo Serrucho presentaba como una instalación escénica en el Ateneu Candela de Terrassa durante todos los días que duró el festival TNT. Hay muchas y variadas maneras de llegar hasta ahí pero lo que me parece muy curioso es que solo con intentarlo honestamente me da la impresión de que el mundo mejora. Si, además, consigues activar ese resorte entre alguien del público creo que has hecho algo moralmente bueno, para esa persona y para el universo entero. Así de bestia lo vivo, aunque sea en pequeñas dosis, y así de contundentemente lo dejo por escrito aquí (como lo digo lo siento, sería otra manera de decirlo). En mi particular ética estética (en un mundo sin ética solo nos queda la estética) no existe nada superior a este tipo de arte. Y si esto no es un juicio de valor, de los que se supone que huyo en este casi centenar de notas que llevo escritas, que baje Dios y lo vea, que para algo se llaman notas que patinan porque en ellas no paro de patinar constantemente, y así debe ser. Ha llegado el momento de aceptar todas las contradicciones como algún día no muy lejano llegará el momento de callar para siempre.

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Notas que patinan #99: TNT (quinta parte y final)

Al final de la tarde del sábado, ya de noche y bajo una persistente lluvia, fui caminando desde el centro de Terrassa hasta el Casal de Montserrat Torre-Sana i Vilardell, a cuarenta minutos a pie de donde me encontraba. Nunca había atravesado esos barrios de Terrassa, que me recordaron a otros barrios periféricos de otras ciudades como, sin ir más lejos, los de la ciudad donde nací y donde crecí. Mi objetivo era llegar a tiempo para asistir a la proyección de El sol va per dins, una película de nyamnyam (Iñaki Alvarez y Ariadna Rodríguez) en colaboración con el Esplai Tremola y con la participación de Makhmoudan Faye, Modou Ba, Annibal Gomez, Saad Rigaa, Aslam Mouna, Widjan el Koudri, Faty Ba, Soda Mbaye, Minerva Ruiz, Lola Jimenez, Xavi Gomez y Sara Gallardo, diseño sonoro de Nilo Gallego y efectos especiales de Igor Socheleau – Bicoté Studio.

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