Crítica de la primera temporada de Master

La semana pasada Peibol se tomó la molestia de dejar un comentario muy extenso, minucioso y fino en el extra de la primera temporada de Master que publiqué un día antes. Lo transcribo aquí para los seguidores de la serie.

peibol says: 8 Enero 2013 at 18:41

Bueno, acabada la primera temporada me decido a decir alguna que otra cosa.
Desde el primer momento relacioné este serial con una buena novela, El día del Watusi. Sirva decir que uso la comparación para comprender.

Sobre todo, la relación entre ambas creaciones se debe a una característica: la figura del desaparecido, que crea enigma y por lo tanto una imposible, hoy, escritura mítica. Donde el mito crece al mismo tiempo que se desvanece. Crece al mismo tiempo que va creciendo su no importancia.

El mito sirve principalmente, en la novela de Casavella, para contar una época, un barrio, una ciudad. Y también una historia, la de su perseguidor, Fernando Atienza. Master también se vertebra a través de la ausencia de Master, que no se sabe si desapareció, si fue aniquilado o si está generando una broma infinita; y también mira en pos de poder ser espejo de una época. Pero, al mismo tiempo, este serial híbrido se vertebra lejos de la ficción literaria. Se aleja de reminiscencias, de descripciones o de ambientes a lo Marsé. No hay barrio, no hay personajes en ese barrio, no hay comunidad entrelazada por negocios, matrimonio, familias ni linajes, no hay construcción de un personaje principal, no existe un narrador, ni tampoco hay, lo que es más arriesgado, trama.

Master parece, en esta primera entrega, querer ahondar en, o más bien servirse de, el formato periodístico de la entrevista, de una entrevista sin entrevistador, donde no existe el párrafo y en la que el entrevistado se atropella en una conversación amputada donde prima la información que este proporciona sobre el “desaparecido”.

Percepciones parciales de Master. Percepciones en las que el lector algo va entreviendo, pero poco, datos insuficientes con los que uno no puede hilvanar un acontecer, una sucesión de actos, una historia. Percepciones que agarran porque intentan mostrar la identidad de este negro charnego fragmentada en las vivencias que sus amigos pasaron con él.

Entra en juego el concepto de pandilla: Master es un frankestein que se se escapa en los diferentes “trozos” vividos con sus colegas: música, alcohol, basket, deseo y primeras confrontaciones con el mundo. Y ahí, el serial agarra por disfunción. Uno piensa: ¿podrían contar nuestros colegas quienes somos? ¿Hay una explicación plausible de quienes somos a través de la narración de los que vivieron con nosotros? ¿Es suficiente el mosaico de opiniones y recuerdos sobre Master para que el serial sea espejo?

Quizá, lo primero que hay que pensar sobre este serial que comenzaba con un monólogo en vídeo que parecía un tráiler realizado por Corcovado (un monólogo mirando al mar, con la ciudad a sus pies), es que no es una obra literaria. Creo que ese primer capítulo en vídeo, y el último (“Extra de la primera temporada”) dan alguna pista de por dónde puede ir este “híbrido”. En el último capítulo entra en juego la voz de Rubén Ramos, autor de Master y en la ficción amigo de él. No creo que se trate de un cameo en plan Hitchcock sentado en un lateral de un vagón de tren. Tampoco creo que Ramos sea Fernando Atienza. Es decir, que entremos en el género en autobiográfico. Quizá sí, veremos. Lo que sí creo es que lo interesante de esta primera entrega es que uno no llega a ver qué tipo de punto es el que se va a utilizar, si en cruz, si inglés, petit point, o por el contrario telar industrial. Es decir, lo interesante es ver cómo el autor pone fichas en mesa y las va tocando, con el dedo, las hace girar para ver cómo lo hacen pero sin coger ninguna…

Me gusta Master por dos cosas, principalmente. Primero, porque toda la primera entrega es un planteamiento de cómo abordar, de por dónde uno puede hilar y por dónde uno debe dejar escapar. Un planteamiento largo, que no tiene prisa en solucionar y que parece saber que en la “rumia” también se concluye o se extrae. Y segundo, porque el planteamiento no es otro del de cómo poder ahondar, atrapar, explicar o mostrar lo que somos, lo que nos da identidad, lo que nos explica. Una investigación sobre la condición humana, qué si no.

Ya veremos por dónde tira. Todo son expectativas….

Y aquí mi respuesta.

Rubén Ramos Nogueira says:
18 Enero 2013 at 22:16

Peibol, me siento honrado de que inviertas tu tiempo en hacerme este comentario tan extenso, minucioso y fino. Relacionar esta serie con El día del Watusi… realmente sabes cómo halagarme. Pero lo mejor es la definición que haces de Master: “este negro charnego”. Master debe estar partiéndose el culo de todo esto allá donde esté. Estoy convencido. Por lo demás, te diré que en esta primera temporada he intentado ponerme siempre en su piel cuando pensaba en qué publicar y cómo hacerlo. He intentado montar todo esto como me imagino que lo habría hecho él si las cosas hubiesen ido al revés de como han sucedido en realidad y fuese yo el que no está. Sobre tus expectativas, te diré que intentaré seguir ese mismo camino mientras dure esto pero lo que deseo, lo que me gustaría, lo mejor que me podría pasar, es que el propio Master se encargue de impedir la aparición de la segunda temporada. Gracias por tu comentario y por estar ahí, Peibol.