El after del after

Hace bastantes años me cortaba el pelo un peluquero al que le encantaban los afters. Por lo que sea, mi peluquero no estaba dispuesto a pasarse la noche en vela para acabar en un after. No, él se despertaba temprano, se duchaba, se acicalaba y se iba a un after de buena mañana. En el after bebía zumos, disfrutaba de la música electrónica y me imagino que la bailaría. Supongo que también conocería gente. Siempre quise imitarle algún día.

Pero es un caso curioso. No es lo habitual. La semana pasada se celebró una nueva edición del festival Bivac en el CCCB, un festival organizado por un grupo de diez jóvenes, de entre dieciocho y veinticinco años, que se renueva cada año. Llevaba el título de El after del after. Comenzó a las siete de la tarde y duró hasta las diez y media de la noche. Se escuchó música, se bebió y se comió (la entrada, 7€, incluía una bebida y un par de pinchos), hubo actuaciones, se habló muchísimo, se bailó menos de lo que se habló, pero no oí ninguna historia parecida a la de mi antiguo peluquero, así que supongo que lo de levantarse por la mañana para ir a un after realmente sigue siendo algo extraordinario. Lo normal es meterse en un after de madrugada para continuar la fiesta hasta que ya no se pueda más.

En El after del after participó un montón de gente, jóvenes y no tan jóvenes ya: músicos, artistas, poetas, periodistas, filósofas, académicas, politólogas y bailarinas. Curiosamente predominó la palabra, que no suele ser lo que más abunda en un after precisamente. Pero, bueno, no se trataba de montar un after sino de darle vueltas al fenómeno after en un centro de cultura contemporánea. El evento se dividió en seis bloques, de una media hora cada uno, estructurados de la siguiente manera: Bienvenida, ¿Qué puede, el after?, ¿Qué queremos del after?, ¿Quién entra en el after?, ¿De qué nos protege el after?, Una interrupción: Alusinasons y ¿Por qué no marcharse del after? Aparte de la bienvenida (música electrónica pinchada por LANAV y just claudia, de Canino FM) y la interrupción (un extracto del espectáculo Alusinasons de Jaume Clotet), como podéis comprobar, todo eran preguntas. A falta de respuestas definitivas, también en las intervenciones de las invitadas predominaban más las preguntas que las certezas.

La sensación es que las respuestas, aunque un poco de todos los colores, iban más o menos por aquí: vamos al after porque ahí nos sentimos al abrigo de la mierda de vida con la que debemos lidiar después de salir del after, porque por un rato podemos olvidarnos de todo e intentar vibrar sin pensar en nada más en un lugar donde se nos acepta por muy raras que parezcamos a algunos cuando salimos a la calle, por eso a menudo no tenemos ningunas ganas de salir al exterior y volver a nuestras casas, aunque en realidad tampoco es que lo que nos ofrezca el after sea la leche, lo que pasa es que lo de fuera es muchísimo peor, pero ya sabemos que el after es una ilusión, aunque a veces preferiríamos que la ilusión fuese lo de ahí fuera.

No había alegría en esa visión del after. Mi peluquero no lo hubiese contado así, estoy convencido. Seguramente en estos últimos años las cosas han cambiado bastante. No es que antes la vida fuese una maravilla y la gente no tuviese problemas pero parece que desde hace un tiempo la sensación es de una desazón generalizada, la depresión y la ansiedad están por todas partes. Hablar del after sirvió entonces para hablar de todo aquello que nos duele en este momento: la precariedad, la crisis de la vivienda, la emergencia climática, la mercantilización del deseo o incluso de la cancelación, a la que se le dio un par de vueltas.

Se habló bastante de la cancelación. El ilustrador Sergio Dosal propuso un juego: decidir a quién dejábamos entrar en el after mostrando en pantalla grande a personajes famosos, contextualizándolos brevemente e invitando al público a votar si se quedaban fuera del after o no, para enseguida mostrar la complejidad de ese tipo de juicios sumarísimos. La politóloga Alicia Valdés, sentada en un sofá, le dio un par de vueltas más al asunto partiendo de su propia experiencia para invitarnos, siempre con preguntas, a pensar alternativas a las estrategias de cancelación más evidentes. Àngel Exojo, del grupo musical Fades, nos habló de algo más sutil, de la autocancelación, haciendo especial énfasis en el uso (o más bien del no uso) de la lengua catalana en determinados contextos. ¿Por qué a Samantha Hudson todo el mundo le habla en castellano en un after barcelonés lleno de gente que viene de una gala de premios catalanes si Samantha habla perfectamente el catalán? ¿Qué nos hace pensar que no lo va a entender? Son preguntas que lanzó esa tarde. Junto con la de Jaume Clotet, quizá fuese la intervención más alegre y divertida de la noche, además de una de las más combativas.

Jaume Clotet extrajo de su espectáculo Alusinasons las escenas probablemente más apropiadas para el contexto en el que nos encontrábamos. Si su performance va de beber alcohol, cantar y bailar desenfrenadamente sobre el escenario, con una música electrónica cercana al espíritu que nos congregaba allí, es cierto que lamentarse de que se está haciendo mayor, de que le da miedo envejecer, como canta en uno de los temas musicales indisolublemente unidos a las escenas que forman su espectáculo, contrastaba y al mismo tiempo parecía hablar muy directamente de una preocupación paradójicamente esencial a la edad de quienes formaban mayoritariamente el público de Bivac. ¿Y qué hacer si tienes miedo de hacerte mayor (y de todo lo que adivinas que eso va a comportar) cuando aún eres joven? Emborracharte, drogarte e irte de fiesta a un after con gente como tú es una de las opciones.

También se bailó, por supuesto. Anna Climent abrió el baile bajo la pregunta de qué puede un after, Santiago Colorado la siguió semiencapuchado y Jayce la cerró con su voguing, al principio de la sesión, mientras la filósofa Ana Gorostizu, el dramaturgo Erik Fosberg y la investigadora Darío Doña-Falcón leían sus relatos más o menos poéticos y reinvindicativos, inspirados por el fenómeno after, ante sendos micrófonos, cada uno en un rincón del escenario, con LANAV y just claudia pinchando su música.

Las escritoras Clara Fiol, Jun Komura y María Morán, en cambio, ocuparían en otro momento el espacio central para leer un texto de creación colectiva que intentaba responderse a sí mismas qué es lo que buscaban en el after, recogiendo cuestiones surgidas en las sesiones previas del grupo organizador de Bivac y lanzando sus palabras en tres direcciones diferentes, alternándose en el uso de la palabra. No se trataba de ningún alegato, más bien de una acción poética.

El filósofo Juan Evaristo Valls y la poeta María Sevilla, moderados por la periodista y crítica cultural Aïda Camprubí, intentaron responder a la pregunta ¿de qué nos protege el after? en una conversación a tres en el sofá, sobrevolando sobre la idea del after como refugio ante los estragos de la obligatoriedad de estar todo el tiempo produciendo en las postrimerías del capitalismo o de como se llame ya este sistema que hace aguas de una manera evidente y que parece conducirnos hacia ese estado de agobio y desesperación que abona nuestro ingreso en el after. ¿En qué after concretamente? Todos los after el after.

Pero después del manifiesto colectivo que lanzaron Álvaro Delgado, Marcos Díez, Marina Fu, Cesc Hernández, Olga Mateu Colet, Alguer, Martina Prata, Anna Rodellas Gràcia, Artur Vilar y Martina Vilella para acabar, para lanzar un rayo de esperanza sobre tanta devastación, se invitó al público a quedarse en el after, a terminar con una continuación, a acabar bailando. Y así fue. El público se levantó de sus asientos y bailó en el hall del CCCB como si no hubiese un mañana. Me fui antes de que se acabase la fiesta porque no hay nada más triste que quedarte el último y que te echen de un after.

Fotografías: Pau de la Calle, CCCB, 2025

Publicado en Teatron