
La coreógrafa Idoia Zabaleta presenta Masaje Scanner en Halfhouse dentro del festival Sâlmon, del 6 al 23 de diciembre. Masaje Scanner es el tercero de una serie de masajes que Idoia Zabaleta inició con Masaje de texto (2017) y continuó con Pupa, pupita, pupila. Un masaje de la visión (2021). En 2023, en su primera exposición, estrenó esta nueva pieza que presenta en el festival Sâlmon, concebida para el espacio de Atoi (Bilbao), coincidiendo con el lanzamiento de la revisión crítica y la bibliografía razonada dedicada a Idoia en foku.info de la mano de la cooperativa de artistas Tractora Koop E. Con el impulso y acompañamiento de Tractora, presenta ahora por primera vez una versión autoportante de Masaje Scanner, que accionará en cinco pases diarios a modo de performance para una sola persona.
Idoia Zabaleta se inició en la gimnasia rítmica, estudió Biología y se especializó en ecosistemas y dinámica de poblaciones. En los años noventa estudió danza e improvisación. Desde el año 2000 crea su propio trabajo y desde 2008 construye y codirige el espacio de residencias artísticas Azala, situado en el pueblo donde vive, Lasierra, en Álava. Forma parte del equipo editorial de Borradores del futuro, una colección de fábulas que imaginan el futuro a partir de experiencias concretas, y desde el año pasado es artista asociada a Azkuna Zentroa.
¿Qué nos puedes contar, sin desvelar ningún secreto, sobre lo que se encontrarán quienes se acerquen a Halfhouse para recibir uno de tus masajes Scanner?
Sin desvelar ningún secreto… yo que todo lo cuento.
O desvelándolo, si para ti no es ningún problema que la gente vaya con spoilers, que igual no lo es.
Masaje Scanner en realidad es una máquina de masaje, de una manera muy literal, que está en el gesto cero de la cinética. ¿Qué significa? Una sábana se mueve por encima de ti eternamente. De la cinética, o sea, del cine, del movimiento, y entonces un gesto cero como de la danza. Algo que se mueve. Y se mueve y se mueve y se mueve. Eso es lo que no es que lo vayan a ver sino que lo van a experimentar. Esta cosa más rara rara de Masaje Scanner es que este gesto cero de la cinética se va a producir en el cuerpo de cada persona que venga. Luego hay más cositas, claro: hay colores, hay cromoterapia, hay conjuros, hay escáner de luz… Hay otras cositas también.
Te he oído decir que tu tendencia natural es la de retar a la autoridad para intentar ablandarla. ¿Es Masaje Scanner un intento de ablandar la relación de poder entre masajista y masajeada intercambiando sus roles, de manera que la persona masajeada pase del habitual rol pasivo a un rol mucho más activo que permita que sea el sujeto masajeado el responsable de dar vida a un (llamémoslo) espectáculo en su propio interior sin necesidad de mover ni un solo músculo?
En principio esta respuesta no es corta porque es una respuesta importante en la que aún estoy pensando. Pero esa frase mía, que pertenece a mi histórico y seguramente a mí todavía, curiosamente, con la línea de los masajes, que ya se inicia con Masaje de texto, con Masaje de la visión y con este, se ha revertido. Me he puesto en un lugar… O sea, de hecho he querido trabajar (yo ahora estoy en la línea de, como le llamo yo, la amabilidad radical) la absoluta amabilidad. Me he querido poner en un sitio, yo misma, no sé cómo decirlo, menos punkarra, menos retarme, que yo siempre me había puesto en esas situaciones. Me he puesto siempre en situaciones difíciles, es como mi tendencia, situaciones donde la cosa pueda más que yo y a ver ahí qué pasa. Y en este caso no, me lo he puesto fácil. En los masajes de la visión está todo escrito, es una cosa muy suave. Tiene su siniestralidad, la cosa es siniestra, pero digamos que no trabajo tanto desde ahí, desde esa idea, desde ese reto, ese apretar los dientes a ver qué pasa. Pero curiosamente estoy teniendo la sensación con esta línea de masajes de que la cosa ocurre (el encuentro ocurre) en ese tercer lugar, en esa cuarta pared. Ni ocurre en la persona que viene a hacerse el masaje, en la espectadora, ni en mí, la madame, digamos. Ni en una ni en otra sino que ocurre en otro lugar, en un lugar que seguramente he buscado siempre pero que aquí ocurre desde el lado absolutamente amable, suave, acogido. Pero sí que, de cualquier manera, está agujereando o friccionando la idea del lenguaje (sobre todo en este, en Masaje Scanner), la idea de los sentidos. Y sí que creo que la cosa ocurre. En el Masaje de la visión, en el minuto siete, y en el Masaje Scanner, al minuto dos, cualquier expectativa se desactiva. Porque ocurre una cosa, que no es lo que yo estaba buscando, no iba por ahí, que es que se hackean los sentidos. Y entonces se desactiva la idea de control, tanto de mi parte (aunque lo tengo todo controladísimo porque sigo una partitura) como de la otra parte. Pero he llegado a eso desde un lugar en el que, en vez de ponerme yo en situaciones descontroladas, está todo muy controlado.
¿Es verdad que utilizas la erre en este trabajo como una especie de motor?
Sí. Yo trabajo de una manera literal, soy una persona muy básica. Masaje Scanner tenía que ser una máquina y una máquina tiene un motor. Hay mucho de Masaje Scanner que está pensado dentro de un coche. Yo pienso mucho dentro del coche, muchas piezas mías. Para mí, mira que yo soy mala conductora pero conducir no está nada lejos de la coreografía, de bailar. Masaje Scanner es la que más se acerca a esa condición mía de conductora de coche y de esa cinética también. Yo es que entro en el coche y mi cabeza hace así y yo sé que eso tiene que ver mucho con el ruido del motor. Por un lado es como el ronroneo de un gato y por otro lado sería una versión más dura del om, que produce otro tipo de vibración, otro tipo de frecuencia. Viene de ahí: motor, rrrrrrr. Y la vibración, que se supone que es un placer enorme, hacer erres sin parar.
El subwoofer, ¿no?
Sí, eso es. Pero eso no puedo contarlo. Bueno, sí puedo contarlo, que hay subwoofer y todo. Hay, hay. La camilla…

Cinco palabras que comienzan por erre juegan algún tipo de papel en este trabajo. ¿Qué nos puedes decir de cada una de ellas? Empecemos por romántica, por ejemplo.
Me considero una persona tan romántica como realista. Esta discusión, que tengo principalmente con un amigo, Héctor Izaguirre, de: tú eres una romántica, no, tú eres un realista, no pero tú eres una romántica romántica… Yo me considero tan romántica como realista. Romántica es idealista, pensar en el ideal, que cree en esta esfera. Y en esta pieza, la que es romántica es mi idea de padre (lo pongo del lado de la romántica), y es Gertrude Stein.
Radiante.
Eso es porque esto es un conjuro. Yo me considero tan romántica como realista pero para hacer este tránsito, empezando romántica, después una tiene que radiar, tiene que redistribuir, hay que compartir. La cuestión de redistribuir los privilegios, lo sensible, de irradiar. Hay que hacer eso.
Rabiosa.
Creo que nos toca a todas, a todos, a todes, pero a las mujeres mucho, colocar la rabia, hay que sacarla y colocarla. Y yo soy una persona rabiosa, o sea, que coloco la rabia.
Radical.
Radical no es la fórmula. Para pasar de romántica a realista en algún momento tienes que bajar a la raíz, al arraigo. No es un radical de cresta, es un radical más de raíz. Tiene que ser.
Realista.
Y ya después, entonces sí, eres realista. Has bajado. Y realista, en este sentido, sería la madre y sería Isadora Duncan. Porque este trabajo tiene algo de lo que en el siguiente trabajo, en otra pieza que ha venido después de esta, es el retrato que hace Gertrude Stein de Isadora Duncan. Pero ya está ahí pasando. Porque también en la pieza hay un momento que se pasa del rosa al amarillo y al rosa. Es un poco literalmente esa cosa de una rosa es una rosa es una rosa, pero una rosa amarilla también es una rosa. Hay algo de los colores con lo que he empezado a jugar.
Háblame de tus sucesivas decepciones con la academia, la competición y el virtuosismo: de la gimnasia rítmica a la danza pasando por la biología para acabar saliendo fuera de los teatros, que es donde desarrollas últimamente tus trabajos.
Tiene que ver con la cuestión de la autoridad, de una cosa que me ha atravesado, que sigue ahí. Pero, bueno, ahora una ya es una señora. Tengo cincuenta y cinco tacos, estoy en otra fase a muchos niveles. Me imagino que toda persona pero las mujeres, cuando llegamos a una edad, pasas a otra. Yo he pasado de esa rabia a trabajar ahora mismo la cuestión de una amabilidad. Es otro momento pero tiene que ver siempre con un reto con la autoridad, a muchos niveles. Cuando hacía gimnasia, la competición, el ganar, era la cuestión que menos me importaba pero sin embargo podría llegar a decir que también me erotizaba, seguramente, que me hacía colocar la rabia. La academia, yo estudié Biológicas, para mí fue una absoluta decepción de lo que significa estudiar, aprender. Y eso que tengo que decir que, ahora que acompaño a mis hijos, casi era una educación más progre que la que están estudiando ahora. Pero en la academia pues lo mismo. Recuerdo, desde muy pequeña, ir a clase, era muy buena estudiante, pero mi cosa era cómo hacerle al día siguiente una pregunta al profesor, sobre todo si era tío más, que no supiera responder. Esto es lo que me ha ido atravesando toda la academia. Y luego ya la carrera me pareció una absoluta decepción. Y es ahí donde entra la danza, que es algo que no está en la idea de competitividad, que es otra forma de conocimiento, y hasta el día de hoy. Aunque ahí también tengo que decir que, por ejemplo, yo entro en el mundo de la improvisación, muy a saco porque tuve la suerte de las principiantes y empiezo a improvisar con gente como Julyen Hamilton, que en ese momento eran lo más, y también ahí me rayo porque en las improvisaciones aquellas, no sé cómo decir, era a ver quién la tiene más larga, a ver quién es más ingenioso, a ver quién tiene esta verticalidad… y tampoco aquello me interesa. No me interesa dentro de que no voy a negar que siempre he sido una persona… no competitiva pero que el reto ese de mejorar, pero con una idea de mejorar juntas, para mí ha podido más: una idea de redistribuir, horizontal. No es baladí que estoy en Azala, que sabes que es un espacio que, en ese sentido, genera las condiciones, abierto. Y que es verdad que, desde la pandemia, yo, por ejemplo, me doy cuenta de cuánto la idea de estudio, de estudio de danza, te condiciona a todos los niveles. No solamente por el espacio sino por la historia que hay ahí. Casi no puedo trabajar dentro del estudio. En Masaje Scanner, Masaje de la visión, el sustrato está hecho en afueras, en la intemperie.
Azala, el espacio que fundaste en 2008, ¿sigue siendo para ti un laboratorio de dinámicas de poblaciones: pajarillos, culebrillas, líquenes, musgos y artistas?
Absolutamente. Ahora estoy muy asilvestrada. Tengo lugares de trabajo como la asamblea de pinos, el gran brócoli, la raja, el túnel, qué te voy a contar, donde ocurren cosas que para mí están muy cerca de la danza, el cuerpo, de lo que se podrían llamar prácticas somáticas, del bosque, desde ahí. Pero también Azala, que es un espacio que aunque esté aquí, tipo nave nodriza, está muy en relación con el tejido cultural de Euskal Herria, y también del Estado, es un sitio de afueras. Por un lado es una antena porque por aquí pasa mucha gente, te enteras. Y al mismo tiempo yo estoy en relación y formo parte de muchos colectivos. Ahora mismo, mañana me voy a Feministaldia porque formo parte de Feministaldia. Esa periferia te permite calibrar, ver, te da distancia para ver: anda, mira, anda, mira esto. La dinámica de población es lo que tiene que ver con el ecosistema cultural, el sistema del arte y tal. Y Azala es un buen lugar de laboratorio, para poner a prueba, para leer desde ahí, para reinventarse desde ahí, reparar cosas…
¿Sigues cavando hoyos en mitad del bosque para pasar un rato hundida en la tierra?
Sí, cada mañana. No sé dónde voy pero esa es la siguiente. En una línea como de la intemperie ahora es esta mirada hacia cavar hoyos, lo animal. He enterrado varios libros, estoy persiguiendo una relación con los jabalís que desentierran los libros. Cada madrugada voy a ver quién ha pasado por ahí. En esto estamos ahora. No sé. Son cosas que dices: ¿qué carajo estás haciendo? No sé. Pero tengo que estar ahí.
Reservas para Masaje Scanner de Idoia Zabaleta (5€) en la web del festival Sâlmon.
Publicado en Teatron